El verano siempre ha sido, y menos mal que existe y dejamos de ser tan cansinos, la época del año en que los cofrades apagan el cirio o dejan de atizar el incensario, y despejamos un poco la mente para cargar las pilas ante el nuevo curso cofrade que en breve empieza.
Aunque no siempre es igual, y las Juntas de Gobierno aprovechan en muchas ocasiones para planificar el siguiente año, para exponer ideas, proyectos, sin la presión habitual de otras fechas en las que en muchas ocasiones, se trabaja mucho y se piensa poco.
Las bandas descansan ahora (o no) del duro año para retomar con entusiasmo cuando refresque un poco las tardes, y los costaleros tienen la faja y el costal en aquella balda alta del armario, o en ese cajón que se abre poco, pero que guarda ese aroma que es inconfundible... Los habrá que sacien su excesivo ansia viendo vídeos de la Semana Santa pasada, sean por youtube, o por las múltiples colecciones existentes (hay que moderarse, ¿eh?)
Lo que está claro es que la llama del cofrade nunca se apaga, porque sale de dentro, de lo más hondo, de la tradición más profunda y del sentir religioso y cristiano que inunda nuestro ser. Aprovechemos esta época para reflexionar un poco el sentido de lo que hacemos y reafirmar los valores que nos identifican.
y se deja de ir a visitar a nuestras imagenes...
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